Uno de los lanzamientos estuvo a milímetros de cortarle un dedo y sucedió lo mismo luego de unos segundos en su otra mano. Pero sin duda el momento cumbre y de mayor peligro en la noche y de seguro en la vida del asistente fue cuando colgaron por encima de su cabeza una sandía.
Como era de esperarse, el lanzador falló todos los tiros pero el penúltimo le rozó el cráneo al asistente, quien luego, solo atinó a sonreír nervioso, alzar la mano a modo de saludo al público y sentirse aliviado de sobrevivir a tan peligroso acto.
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